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lunes, abril 7, 2025
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El 40% de los jóvenes de barrios populares no cree tener futuro

Una encuesta elaborada en el AMBA, que abarcó a 600 personas jóvenes, reveló la delicada situación que viven los jóvenes en sus barrios.

Un reciente estudio advierte sobre el colapso de la narrativa del ascenso social entre los jóvenes que viven en barrios populares del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). El informe, titulado “La narrativa rota del ascenso social”, ofrece un diagnóstico contundente: gran parte de los jóvenes ya no cree posible salir de la pobreza.

La encuesta elaborada por el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), dirigido por el padre Rodrigo Zarazaga, junto con el think tank FUNDAR, que abarcó a 600 personas de entre 16 y 24 años y sumó 47 entrevistas en profundidad en barrios del sur, oeste y norte del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires, muestra que el 40% de los jóvenes no tiene esperanzas de dejar de ser pobre en algún momento de su vida. Otro 20% considera que sus posibilidades de ascenso son mínimas, mientras que el 40% restante duda seriamente de poder lograrlo. En otras palabras, el pesimismo supera ampliamente a la expectativa de progreso.

Los resultados muestran que el deterioro de las condiciones sociales y económicas se traduce en un horizonte bloqueado para una parte importante de la juventud. Más allá del número frío, el dato clave es que los protagonistas de este presente, quienes deberían ser el motor de transformación, ya no ven viable mejorar su situación, ni en el presente ni en el futuro.

Uno de los aspectos centrales del estudio es el entorno familiar. En el 43 % de los hogares, la madre no solo cumple el rol de principal cuidadora, sino también el de sostén económico del hogar, en muchos casos en contextos de precariedad extrema. Además, el 30% de los jóvenes vive en hogares monoparentales, y más de la mitad señala que su familia no cuenta con herramientas básicas para la crianza. El abandono infantil y la falta de acompañamiento escolar son consecuencias recurrentes de este contexto.

Cuál es el rol de la escuela en esta delicada situación social
En cuanto a la educación, el informe revela una fuerte tensión entre las aspiraciones y la realidad. Más del 90% de los jóvenes quiere terminar la secundaria e incluso el 40% aspira a obtener un título universitario. Sin embargo, el 57% de los jóvenes entre 19 y 24 años no logró completar la escuela secundaria. Entre los factores que explican este desfase, se destacan la necesidad de trabajar desde muy chicos (lo hizo el 76 % de los encuestados), el consumo de drogas y el desencanto con la experiencia escolar.

De hecho, más de la mitad describe a la escuela como un lugar poco estimulante: el 34% admite faltar porque simplemente no tiene ganas de ir, el 56 % la asocia con situaciones de violencia y el 55% se queja por la constante suspensión de clases. Incluso quienes logran ingresar a la universidad se enfrentan con enormes dificultades: una joven entrevistada, hija de cartoneros, contó entre lágrimas que no entendía nada en las clases por el bajo nivel con el que egresó del secundario.

El barrio, en este contexto, es el principal espacio de socialización. Pero lejos de ser un entorno de oportunidades, es percibido como un lugar riesgoso, en el que es fácil caer en la violencia o el delito. El consumo y la compraventa de drogas es un fenómeno extendido y visible: el 50% de los jóvenes consumió alguna sustancia, y el 43% tiene conocidos en el barrio que se dedican a vender. En muchos casos, aseguran que los dealers les preguntan directamente si prefieren cobrar “con plata o con droga”. El ingreso al mundo del consumo comienza en promedio entre los 13 y 14 años, aunque ya se detectan casos desde los 9 o 10 años.

Sin embargo, en medio de este panorama, hay ciertos espacios que los jóvenes rescatan como claves para su contención emocional y social. Las iglesias y los centros comunitarios aparecen como los únicos lugares donde pueden recibir apoyo, contención y herramientas para ampliar sus horizontes.

Por último, el estudio señala un fenómeno preocupante: cuando se les pregunta por su futuro, muchos jóvenes responden con lo que ellos mismos llaman “fantasías”. Sus sueños aparecen desconectados de las posibilidades reales de su entorno. La distancia entre lo deseado y lo posible es tan grande que, en muchos casos, creen que solo un “golpe de suerte” o un “milagro” podría cambiar su destino.

“Trágicamente, cuando se crece en estas condiciones, esperar que todo dependa de un golpe de suerte parece lo más razonable”, concluye el informe.

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